viernes, 26 de septiembre de 2014

Guatemala: ¡Atención, ruta peligrosa!

Pido a los oficiales del Ejército no voltear su fuerza en contra de la población

MIGUEL ÁNGEL SANDOVAL
En pocas semanas llegamos al aniversario 18 de la firma de la paz. Hoy no parece que la misma haya tenido lugar. Nos deslizamos a ojos vistas a escenarios de conflicto muy agudos, al grado que Amnistía Internacional anuncia derramamiento de sangre en nuestra patria. Por ello quiero hacer un llamado urgente a los sectores políticos del país para hacer un alto de reflexión y no seguir en la pendiente represiva en que nos encontramos. Lo hago como negociador del proceso de paz desde el inicio del mismo. Por ello creo que las
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mejores expectativas del proceso se están perdiendo, o ya se perdieron. Con ello el daño al país es demasiado grande. Son oportunidades que se nos han ido de las manos como nación. En gran medida por la voracidad y ceguera de sectores de poder, por la torpeza de la clase política, por la displicencia de sectores sociales, por la mediocridad de las elites.


La agenda que vio la luz el 29 de diciembre parece olvidada. Pero la sociedad supo que existían derechos sociales y políticos y por ello es que ahora se organiza, demanda, lucha. Es lo que explica más de 70 consultas comunitarias para poner alto a las empresas extractivas y el modelo que las avala, igual que la demanda nacional por la derogatoria de la Ley Monsanto.

Ello debería tener como contraparte un ejercicio del poder alejado de la corrupción y de la fatuidad, un ejercicio vinculado a los más grandes objetivos del país y no pequeñas agendas personales. Hoy no hay proyecto nacional. La nación se encuentra a la deriva, las ocurrencias actuales son para recortar derechos no para profundizar el ejercicio democrático. Nos parecemos más a una dictadura no a una democracia. El Estado no merece tal despropósito.

Preocupa el silencio de Vinicio Cerezo, Álvaro Arzú, Álvaro Colom, Julio Balconi, Héctor Rosada y otros que fueron parte del proceso que buscaba la construcción de la paz que se nos escapa como agua de las manos. Estamos a punto de entrar en una dinámica de destrucción del país y los pocos espacios democráticos que se han podido construir en estos años. No lo permitamos.

De la misma manera que hago un llamado a la clase política a reflexionar, a las elites a cambiar su abulia para pensar en el país, es que también llamo a los oficiales del Ejército a no voltear su fuerza en contra de la población, que no sean utilizados para avalar medidas antidemocráticas. Su función es otra, lo mismo que la de la Policía Nacional Civil. No podemos aceptar más derramamiento de sangre guatemalteca. El país ya pagó y muy caro, su deseo de vivir mejor.

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